De Melgar a la guerra con Chile
“En la ciudad hay muchas casonas y hasta simples rejas de hierro forjado que son factores muy importantes y determinantes para la historia de Arequipa…”
Rubén Aguilar Zavaleta
La madera crujía bajo mis pies mientras se balanceaba en un sube y baja a cada paso que daba, el balcón del tercer piso parecía vencerse con mis escasos 30 kilos, pero su calidad de pino inglés no le permitió rajarse. Mi padre, don Rubén Aguilar Peláez, permanecía apoyado en la baranda mientras yo aún jugaba en cada tabla que sobrevivió más de 400 años clavada e insertada en anchísimos muros de sillar.
- En este piso crecieron y se guardaron los sentimientos secretos de Mariano Melgar – dijo él, rompiendo el silencio arrullado por el sonido del viento que atravesaba las viejas calaminas del Tambo de Ruelas.
Tras sus palabras, mi juego en las desgastadas tablas terminó en una mirada atenta.
Cuando los españoles aún dominaban el Perú y tenían una importante presencia en Arequipa, nació Mariano Melgar – detalló en su relato – en su juventud él se enamoró de su prima, María de los Santos Corrales, pero su timidez hizo que jamás le mencionara sus sentimientos, sin embargo no podía reprimir la inspiración que ella generaba, así que la rebautizó como Silvia, y así, él creó yaravíes y poemas que aún se cantan con gran sentimiento en las tabernas, talabarterías y fábricas de guitarras del Puente Bolognesi.
- ¿Pero, por qué dices que aquí crecieron y se guardaron sus sentimientos? – pregunté intentando decirle que también conocía la historia de Melgar y Silvia, pero que en ningún libro se mencionaba al Tambo de Ruelas.
En la ciudad hay muchas casonas y hasta simples rejas de hierro forjado que son factores muy importantes y determinantes para la historia de Arequipa. Tras descubrir sus sentimientos –retomo el relato- Melgar venía constantemente a este tambo, trayendo su guitarra en manos y algunas hojas en caso le brotara alguna inspiración y se sentaba en aquella ventana - caminamos hacia ella mientras continuaba hablando – ¿ves aquel balcón? – Asentí con la cabeza – su Silvia solía sentarse ahí cada tarde a peinar su larga cabellera, desde aquí él podía verla sin ser sorprendido - una paloma salió abruptamente de un agujero en la pared y me abracé de su cintura, él sonrió y salimos del zaguán que alberga a “la ventana de Silvia”.
Un leve temblor hizo que la casona se balancee tanto que parecía un terremoto en aquel piso, mi padre, sereno como siempre, me invitó a caminar hacia el segundo nivel, mientras, yo enloquecía en la desesperación del susto – tranquilo, si corres te puede caer un sillar en la cabeza y pum, ahí nomás quedas – me tomó la mano para evitar que salga huyendo y bajamos al balcón del segundo piso, al final de este hay un techo despejado y abovedado, según mi padre, muy seguro en caso se repitiera el temblor, reparé en el torreón que permite ver toda la ciudad y la bajada de los puentes Bolognesi y Grau, además de todas las desembocaduras de calle a la ahora avenida La Marina.
Desde aquí los arequipeños realizaron estrategias en sus intentos de recuperar sus tierras de la ocupación chilena, -dijo él, al ver la curiosidad en mis pupilas - era en los tiempos de la Guerra del Pacífico y los “rotos”(1) estaban por todas partes en la ciudad, habían tomado Yarabamba, Quequeña, Characato, Socabaya, Chiguata, Paucarpata, Miraflores y todo el centro, pero aquí, en la “chimba”(2) les fue difícil porque tenían que chimbar(3) el rio, que en ese entonces era más caudaloso, o usar los dos únicos puentes que habían para este lado, en ambos casos se evitaba con una escopeta en mano, pero más frecuentemente con una “cacha”(4) y buena puntería.
En muchas ocasiones lograron replegar al enemigo tras ataques inesperados, pero la superioridad en armas de los chilenos era notable, sin embargo el amor de los arequipeños a su tierra era aún más, por eso nunca dejaron de luchar, incluso cuando el Ejército Peruano entregó sus armas tras el tratado de Paucarpata, que además no fue reconocido por los chilenos, todos los días habían revueltas, entre ellas la más intensa fue la de Quequeña y Yarabamba donde fueron fusilados diez héroes.
Mientras lo escuchaba, mi sangre hervía al punto de la lava del Misti, deseaba con todas mis fuerzas haber nacido en esos tiempos y luchar por mi Arequipa, a mis escasos 10 años en aquel entonces habría sido un soldado o un revoltoso luchador contra las fuerzas de los rotos, mi frustración se tradujo en amor a mí terruño y en orgullo de haber nacido “…al pie de un volcán”.
Sin darme cuenta, el relato bélico había borrado por completo de mi mente y de mi cuerpo el sismo ocurrido minutos atrás, mis manos y piernas habían dejado de temblar, ahora solo quería cuidar a mi ciudad, amaba cada sillar superpuesto uno sobre otro, en anchos muros tallados y llanos, cada piso de madera y techo abovedado o de calamina, cada farol colgado en las angostas calles, cada macetero con geranios colgado en los pórticos, cada piedra de las veredas del cercado, cada palmera de las plazas de los distritos, cada quebrada de mi volcán.
Un sonido extraño venido de una ventana que llevaba a la oscuridad rompió mi concentrado sentimiento, me asusté, las horas habían avanzado y el cielo pasaba del naranja en el occidente al azul oscuro en el oriente, con la valentía que me dejó el relato anterior pregunté - ¿Qué es eso? – Sentí la cálida mano de mi padre en mi cuello y el miedo se fue por completo, su áspera voz varonil se adornó con una sonrisa sombreada por su cano bigote – es una paloma – respondió – seguro tiene su nido en esta cuartón – intentó explicar. Nuevamente una gran interrogante se dibujó en mi frente y se decidió a resolverla – los tambos eran posadas, como hoteles para los “arrieros” (5) donde estos llegaban de varias partes del país para descansar o comerciar, el patio grande tenía la finalidad de recibir al ganado que traían, mientras que los cuartones servían para guardar cueros, lana y granos, entre otras cosas.
Este tambo fue uno de los más importantes, ya que era el más antiguo, además de ser el más caro, por el solo hecho de estar al otro lado del río, donde vivían los Ccalas (6), pero como ves ahora está muy abandonado, por ahora solo nos queda evitar que la historia que se vivió en esta mole no desaparezca ni se debilite como ocurre con cada tabla del piso, sino que permanezca en pie y firme como cada sillar que sobrevivió más de cuatro terremotos en los últimos siglos.
A mi amada tierra y a la memoria de Rubén Aguilar Peláez (1924 – 1998)
********************************
El Tambo de Ruelas
El Tambo de Ruelas fue edificado en la calle Beaterio del distrito de Yanahuara, precisamente donde se inicia la calle La Recoleta, actualmente fue restaurado solo en la fachada, y se encuentra bajo el poder de René Leyva, quien desea que el tambo sea restaurado y convertido en un museo que represente el alto valor de los Tambos en la época colonial.
Por ahora, el tambo alberga aproximadamente a 5 familias de escasos recursos económicos, dándole algo de vida al histórico monumento.
****************************
La casa de Silvia
La casona donde vivió María de los Santos Corrales, conocida como la Silvia de Melgar, está ubicada en la calle Beaterio, a una cuadra del puente Bolognesi en el lado de Yanahuara, precisamente donde inicia la avenida Zamácola, desde hace aproximadamente 5 años fue convertida en una institución educativa particular, haciéndose varias modificaciones en el predio para adaptarlo a los requerimientos del plantel.
************************************************************
Glosario
(1)Roto: chileno.
(2)Chimba: lado norte de la ciudad.
(3)Chimbar: cruzar el rio o acequia.
(4) Cacha: honda, banda elástica para lanzar piedras.
(5) Arrieros: comerciantes de la época colonial, trasladaban mercadería a lomo de bestia.
(6) Ccalas: denominación de la alta sociedad arequipeña.