miércoles, 17 de febrero de 2010

TUS OJOS

No sé si fue cierto o si fue un sueño, sólo sé que aparecí sentado en una mesa junto a dos hombres, uno bajo, delgado, rostro larguirucho, nariz aguileña y una sonrisa más figurativa que alegre, y otro un poco más alto, grueso de manos anchas, rostro relajado y pícaro de sonrisa.

Ahí estábamos los tres sentados tomando unas cervezas, conversando sin escucharnos, mirando a otros que se encontraban en una situación muy similar a la nuestra, vinculados por pequeñas mesas redondas y estrechas sillas. El ambiente era oscuro, alumbrado esporádicamente por luces de colores, una esfera reflectora, y fluorescentes de luz ultravioleta, la música fiestera a muy alto volumen nos daba el son de estar en un lugar alegre.

Además de hombres también habían mujeres, distintas unas de otras, muy distintas, muy amigas, parecía una fiesta familiar, e impersonal, todos estábamos vinculados por alguna razón desconocida, pero nunca nos habíamos visto las caras uno al otro.

Luego de varios minutos en ese denso y familiar lugar, la vi, vi sus ojos que además de tener un aire familiar, me dieron alegría, de esa que ya había olvidado, de la que sentía cuando aún era adolescente, sentí esas cosquillas en el vientre, de cuando estás frente a alguien que te intimida con una mirada, nervioso como cuando sabes que no hiciste la tarea y aun así asistes a la escuela.

Ahí me encontraba yo, sentado, casi un incógnito entre los míos, tomando el lúpulo del encuentro, y creo que fumando un cigarro. Pasó por mi lado, ella no me vio, pero su ondeado cabello expedía un aroma que sentí hasta el más profundo de mis alvéolos, para luego salir destilado por los poros de todo mi cuerpo, cuando salí del shock, ella ya había dado dos pasos más allá, ingresando a una pequeña habitación alumbrada, al parecer por un fluorescente de neón, luz que se proyectaba por la puerta entre abierta. Su cuerpo se movía ahí dentro y su sombra la delataba, sentía que la veía directamente, pero no lograba ver los profundos ojos color miel, brillantes, transparentes, libres, que se acurrucaban bajo dos imponentes cejas delgadas, cuidadas, depiladas, jóvenes y alegres. La amé por ese instante.

Salió de la habitación y bailó, bailó mucho, y para todos, porque atraía la mirada de todo aquel que se encontraba en ese penumbroso ambiente, pero en cuanto halló mis ojos, lo hizo para mí, me vio sin bajar la mirada, se quedó conmigo 10 minutos, una eternidad. Su cuerpo delgado, de piel pálida, sus pechos pequeños se dejan entrever en su discreta ropa, sus caderas no son muy anchas para su cuerpo, realmente dibujado con gran arte, es realmente perfecta, pero eso no me importaba, sólo necesitaba ver sus ojos para saber que esa era la mujer que yo esperé toda la vida, llena de gracia, atrevida pero tímida, expresaba todo mientras su delgada figura se apoderaba de la atención de todos, de ninguno más que de la mía, su sonrisa me alegraba, me llenaba, pero sus ojos se mantenían fijos en los míos, y yo, nervioso, intentando controlar un temblor de manos delatado por muchos que se percataron que sólo bailaba para mí, y yo sólo miraría sus ojos, pasara lo que pasara, me quedé fijo en ellos, su cabello ondeado, castaño oscuro, que combinaba bien con sus delgados hombros, sus delicadas manos acomodaban los rizos que románticamente salían de línea, pero que cuando lo hacían sólo incrementaban su belleza.

Los segundos pasaban, y yo estaba casi petrificado en mi silla, junto a una cerveza helada, unas colillas de cigarro, el humo y su mirada me envolvían, y lo sentí más fuerte, sentí que corría por mis venas ese “algo” que nos sube la presión, que nos hace sentir los latidos del corazón en los oídos, que nos deja sin habla, pese a que eres la única persona con la que ella puede y quiere hablar, lo sentí y me derrumbe cuando en su bailar se acercó a mí, con un delicado movimiento, mientras me miraba fijamente, golpeó mi rostro con su cabellera suelta, fue una ola marina, con la misma fuerza, la misma suavidad, con la misma intensidad tembló mi cuerpo, humedeció mi alma, hizo nuevamente latir mi corazón.

De pronto la música dejó de sonar, las luces se apagaron, su silueta se dibujaba al contrastar con una leve luz amarilla que salía de una barra al fondo del salón, su cuerpo parecía desnudo mientras caminaba tras unas cortinas para desaparecer, intente alcanzarla, en realidad intente moverme pero no pude, sólo la vi desaparecer tras esas cortinas de color plateado, con su perfil dibujado por ese albor que alcanzó a tocarla, hubiera querido ser esa luz y estar sobre su piel, ingresar a lo más profundo de sus ojos y quedarme grabado en ella, en cada una de sus células, pero sólo la veía caminar, desvanecerse en la oscuridad, como el humo mientras se dispersa en el aire, tanto que no puedes verlo, pero sí sentir su olor, así pasó con ella, desapareció de mí vista con sus ojos fijos en los míos, desapareció y me dejó su aroma… no recuerdo más, sólo que el ambiente era oscuro, que una ventana abierta dejaba entrar el olor a tierra mojada y que su aroma se quedo en mí, no recuerdo más que mis ojos abriéndose en mi habitación, perdido y hallado, estaba ahí, en mi cama bajo cientos de frazadas, bajo miles de sueños y recuerdos, tantos que no sabes diferenciar unos de otros, ahí estaba yo, intentando volver a la vida con el sol entrando por la ventana y mi sueño desapareciendo en mi mente adormitada.

No recuerdo su rostro, escasamente tengo en mi mente su cuerpo y su talla, incluso su aroma se desvaneció y asumo que lo recordaré si lo vuelvo a sentir, la recordaré a ella. Pero no olvido sus ojos que fijos en los míos revivió lo que creía muerto en mí, me hizo renacer, hizo latir nuevamente mi corazón, la sangre fluyó nuevamente por mis venas, recordé que estaba vivo y que podía sentir algo así, aunque no lo hubiera hecho hace ya muchos años. Más no sabía si ella era real.

¿Qué pasará si la encuentro por la calle y se dé cuenta que no me conoce y que estuvo sólo en mi sueño? Pensaba, mientras me preparaba para volver a la realidad.

Con esa incertidumbre salí de casa, caminé entre carros humeantes y gente desconocida que pasaba por mi lado recordándome la rutina de todos los días, pasaron varios minutos, no sé cuántos, extrañando sentirme enamorado de ella. La amaba aunque sólo fuese un sueño… ¿En realidad lo era? ¿Yo estaba sonambuleando o era el mundo que había dejado de soñar? Me preguntaba eso, cuando mis ojos nuevamente se paralizaron, sentí el ardor de mi cuerpo, mientras un par de lágrimas se deshacían al punto del llanto, era ella, la mujer de mis sueños, eran los ojos que amaba.

Insistí en mirarla, no me permití parpadear – podría estar equivocado, al fin y al cabo nunca grabé su rostro-, busqué su mirada pero fue ella que me encontró. - ¿Eres tú?- Pregunté sin hablar, mientras ella caminaba en dirección mía -¿Eres tú?- volví a suplicar con los ojos enrojecidos. Pasó a centímetros míos sin detenerse, era su aroma, definitivamente era ella. Quedé petrificado como antes. Ella pasó por mi lado, me arrastró con su mirada, sus labios dibujaron una sonrisa. No la volveré a perder- ¡¡¡Eres tú!!!- le dije contundentemente - Yo te amo. Ella giró, adivinando que las palabras estaban dirigidas a ella. Me dijo – pensé que eras sólo un sueño…

ROAZ

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