miércoles, 10 de agosto de 2011

El diablo


Rubén O. Aguilar Zavaleta

En cada madrugada, en la hora nona, que no son las 12 de la noche como creen muchos, sino entre las tres y cuatro de la mañana, cuando todos los santos y ángeles dan una pestañeada, se escuchan ruidos extraños en la Catedral de Arequipa. Todo empieza con un leve crujir de maderas, “tac” es el inicio de ondas sonoras replicadas con el eco, luego sigue un largo rechinado asemejado a un quejido, es el diablo, él permanece atado bajo el púlpito de la iglesia, e intenta liberarse de su condena divina para volver a su reino de tinieblas.

Casi espontáneamente, su cabeza humana empieza a balancearse de un lado a otro mientras sus ojos sobresalen en señal de desesperación, su cola de dragón se agita intensamente golpeando las bancas de la Catedral. Se convierte en un ser de carne y hueso, y tras varios minutos de lucha, logra escapar, cuidadosamente se arrastra por el pasaje derecho del salón principal y sale usando la puerta casi desapercibida que existe al pie de la torre del reloj; casi en silencio, se dirige al atrio de la casa religiosa.

Tiene miedo, el corazón de brasa le hierve hasta encender sus ojos, el hierro forjado de las rejas que rodean la catedral evitan que logre su satánico objetivo, pero su temor a seguir encerrado sin hacer sus diabluras lo impulsa a una última estrategia, dejar una marca para que sus demoníacos súbditos sepan dónde está y vengan a rescatarlo. Cuidadosa y acrobáticamente estira su brazo izquierdo entre los barrotes, haciendo que la uña de su dedo índice  alcance una de las rocas de la vereda, fundiéndola, dibuja una serpiente y una manzana, “soy yo, el iniciador del pecado” significa el mensaje.

Cuando termina de dibujar, levemente su brazo toca uno de los barrotes causándole un insoportable dolor, automáticamente las campanas suenan y los santos despiertan asustados, “¿Por qué duermen cuando deberían estar rezando?”, pregunta una misteriosa voz mientras el tragaluz principal se ilumina como si fuera mediodía,  develando que el diablo ha huido, afuera satanás no resiste más el dolor causado por el hierro y suelta un grito, en ese instante un poderoso viento lo lleva nuevamente a su prisión: Mientras se constituye nuevamente en madera, se le oye susurrar: “Mañana, llegará nuevamente la oscuridad”.

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